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Tenía un templo muy rico, donde había armaduras de oro, corazas y armas que había dejado allí el rey Alejandro de Macedonia, hijo de Filipo, el primer rey de los griegos. Antíoco fue a aquella ciudad y trató de tomarla y saquearla, pero no pudo, porque los habitantes se enteraron del plan y le resistieron luchando, de modo que tuvo que huir y regresar con mucho pesar a Babilonia.

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